Abandonado

Ya no pían los gorriones
en el alféizar de mi ventana.

Su pícaro revuelo cesó.

Desde que las sombras se asentaron
en sus márgenes,
sólo el silencio se erige
–denso–
como una cortina opaca.

Ya no hallo sus pardas plumas
sostenidas por el viento de la tarde;
ni sus pequeñas pisadas
en la arenisca disuelta.

Me abandonaron, igual que el polen derramado,
y ahora las migas de pan enmohecen
y supuran su herrumbre de despedida.

Abandonado

Huellas

Los pasos dados en la arena
apenas dejan huellas:
el viento y el mar
se encargan de borrarlos.
Nada quedará para la historia
de nuestro transitar
por sus dunas.
Nada de nosotros permanecerá
sobre su piel.
Ni tan siquiera un leve recuerdo
de nuestra presencia.

***

Las plumas desprendidas
de las gaviotas
escriben sinos sobre la arena,
indescifrables para unos ojos iletrados
en la abnegación del asceta,
y dejan su mensaje de efimeridad
al envite de unos pies desaprensivos.

*

Las olas, una vez tras otra,
lamen su cuerpo erosionado,
bendiciéndolo con el rasante
obsequio del olvido:
aquel que nos impide perdurar
en los días venideros,
como contorno grabado
o como cicatriz,
sobre su soleada epidermis.

Huellas