Este funesto sueño

Que alguien me despierte
de este funesto sueño,
donde la niebla diluye su figura
en deshilachadas hebras macilentas,
alimentando la voracidad del vacío.

Que alguien me zarandee
hasta espabilarme,
poniendo fin a esta vorágine
de rostros cubiertos
bajo opacas mortajas.

Aprisa,
pues la mudez de sus ojos
se vuelve insoportable
para este ánimo carcomido;
porque la quietud de sus manos
amenazan escalofríos
sobre este cuerpo;
porque la gelidez de su pecho
se atraganta en mis pulmones,
cortando hasta los suspiros.

Por caridad o compasión
lo pido.

Que alguien me arranque
de esta amarga somnolencia
y me devuelva a la vigilia
en que su cabello refulgía
con la rojez de la llama
vivificadora.

Este funesto sueño

Que alguien me despierte
de este funesto sueño,
donde la niebla diluye su figura
en deshilachadas hebras macilentas,
alimentando la voracidad del vacío.

Que alguien me zarandee
hasta espabilarme,
poniendo fin a esta vorágine
de rostros cubiertos
bajo opacas mortajas.

Aprisa,
pues la mudez de sus ojos
se vuelve insoportable
para este ánimo carcomido;
porque la quietud de sus manos
amenazan escalofríos
sobre este cuerpo;
porque la gelidez de su pecho
se atraganta en mis pulmones,
cortando hasta los suspiros.

Por caridad o compasión
lo pido.

Que alguien me arranque
de esta amarga somnolencia
y me devuelva a la vigilia
en que su cabello refulgía
con la rojez de la llama
vivificadora.

Ya no quiero cerrar los ojos

Ya no quiero cerrar los ojos,
que el negativo de tu mirada
lo tengo serigrafiado
en la negrura de los párpados.

Ya no quiero cerrar los ojos,
para que el sueño no me alcance,
arrastrándome a su mundo
de febriles ilusiones
donde se derrama tu figura.

Ya no quiero el anhelo
de tu reflejo en los cristales,
de tu sombra en las aceras,
ni de tu aroma en el aire.

Ya no quiero cerrar los ojos,
ni que me llueva tu recuerdo,
ni que me hormiguee tu roce
o me escarifiquen tus uñas.

No, ya no quiero cerrar los ojos…

Y mientras esto escribo,
te tengo tan presente,
que aún tengo húmeda
la tinta en los labios
de tragarme, una a una,
cada una de las palabras.

Ya no quiero cerrar los ojos

Bajo la atenta mirada del otro

Camina el arroyuelo desde la fuente,
soñando con ser mar.
Camino de oro al atardecer,
bajo la atenta mirada del otro.
Camina el camino desde la plaza,
soñando con ser campo.
Abriendo sus surcos
como heridas de arado,
bajo la atenta mirada del otro.
Camina el arroyuelo por el camino,
siempre los dos soñando,
con ser campo y mar,
con ser mar y campo,
bajo la atenta mirada del otro.

Bajo la atenta mirada del otro

Las hojas descansan

Las hojas descansan sobre los bordes de las aceras
y se arremolinan una junto a otra para otorgarse refugio.
Las ramas, desnudas, tiemblan adormecidas por la brisa
y tiritan sobrecogidas por un inoportuno frío.
Desplegad, desplegad vuestro impávido silencio,
ahora que el otoño os ha atrapado.
Hundid vuestros inermes recuerdos en los dominios del sueño,
porque todo yace bajo el efecto de un letargo mortecino.

Las hojas descansan, doradas, sobre las aceras,
adormecidas por la brisa que se arremolina entre las ramas.

Las hojas descansan