En la hora de la despedida

En la hora de la despedida,
no miraré atrás, ni humedeceré mis ojos
con la sal del lamento;
por contra, alzaré mis voz
en entonaciones de alabanza,
pues la senda emprendida,
será la que guíe mis pasos
–con el corazón henchido de júbilo–
hacia el anhelo
de un nuevo y dichoso encuentro.

En la hora de la despedida

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