Cuando cierro los ojos,
veo caras y cuerpos.
Los veo
como deberían ser siempre:
cuerpos gráciles,
caras radiantes,
ojos luminosos;
y, entonces,
una honda pena
me embarga,
pues sólo acuden
cuando cierro los ojos.
Cuando cierro los ojos,
veo caras y cuerpos.
Los veo
como deberían ser siempre:
cuerpos gráciles,
caras radiantes,
ojos luminosos;
y, entonces,
una honda pena
me embarga,
pues sólo acuden
cuando cierro los ojos.